Heme aquí, dominicalmente aburrida y plenamente satisfecha. He caminado despacio para no tropezarme, para poder descubrir sin temor el rostro, relajar la mente y alivianar el corazón.
He sonreído lentamente, sintiendo cada respiro y sin temor al barullo, he mostrado mi lado humano y lo invitaste a acercarse. He reído fuerte y sinceramente junto a ti, he deseado intensamente también, he desafiado la naturaleza, mi propia naturaleza y me he dado tiempo acariciando la paciencia, siempre adormecida con nuestro amor por la música.
Embrollados lujuriosamente, somos cómplices deliciosos de dialectos en medio de nuestro cotidiano banal, y me ha excitado sutilmente verte creando redes para envolverme, sin quitarme la vista fija de encima.
Y casi y apenas sólo he humedecido mis labios con los tuyos, dentro de un febril deseo, efervescente hasta el tuétano por contenerme.
Y no conozco esta manera, pero me encanta y entretiene. No preciso de apurarme, la paciencia no es más un castigo. La espera se me hace placentera, el trayecto hasta encontrarte no me impacienta.
Esta parte de la historia, estos mensajes tan explícitos y puerilmente disimulados es delicia para mi mente, es material para mis sueños y motivos para mis sonrisas.
Y no es a mi manera esta vez, probablemente siempre estuve equivocada.