viernes, 19 de febrero de 2010

Evolución


De una receta de discreción, probablemente insípida pero necesaria y saludable, he deducido mis momentos de lucidez más extremos, con los pies asentados terrenalmente y sin cabida a panaceas. Sí, con la prescripción en forma de caja. Una caja de color naranja.
Y es que la clarividencia es repelida por el miedo e increíblemente atraída en noches de insomnio agrias y batahólicamente mentales, como esa. Noches en la que la cama es insoportable, en la que la mente no tiene descanso y los milagros te sonríen desde labios fraternos y te abrazan por tu cumpleaños.
La evolución comienza con un paso mental, indefectiblemente. Y algunas promesas.
La cábala del comienzo de mi tercer cúbico es el regalo que merezco. Y lo resumo, brevemente, casi como para sobrevivir a esta descarga insaciable de emociones.Y me he descubierto responsable de mis emociones, de mis temores y angustias, incluidas sin remedio en mi lista de renuncias.
De eso se trata precisamente, de renunciar. Sin mirar atrás, sin dar opción a la duda. Una renuncia con fe, desconocida por el mundanismo.
Una renuncia, de eso se trataba todo.
Lo que cuesta, es historia aparte.

Aguardando por Valentina.