lunes, 15 de marzo de 2010

Ventana

Anoche estuve, por última vez, parada en esa misma ventana observando el mundo, esperando por él. No para incriminarlo, sino para abrazarlo y, al sentir su corazón vivo, saber que él existió y no fue un invento arrancado de mi mente violentamente.
Estuve en esa misma ventana, en la que no hace mucho tiempo esperaba también por él para ir juntos al encuentro de nuestra historia. Y sin concretar cita alguna sino sólo con la plena convicción y dañada esperanza de la existencia de un cariño, comencé a llorar la muerte de un amor inventado.

En esa espera, el último pétalo cayó muerto y una lágrima seca se fue con él. Me sacié de entendimiento y vi su cobardía. Cobardía por no atreverse a librar una batalla, no por nosotros (que no existimos juntos) sino por mí. Por lo que fue antes de.

Me preguntaba en esas horas lo que le diría al verlo. De seguro le hubiera abrazado y le hubiera cantado. Luego le hubiera contado de mis fantasías fabricadas en su ausencia bimestral. Y le hubiese dejado partir de la mano de la persona que siempre le perteneció, sin dolor. Pero todo eso era imaginación. Cerré el libro que me regaló, arranqué la primera página y se la regalé a la Tierra. Cerré aquella ventana, reconocí que todo fue una quimera y me di la vuelta.

Y al hacerlo, me encontré con esta nueva historia que, de seguro, también me invento.