Soy fácil de engañar, es cierto, y lo has comprobado burlándote humanamente de mi embeleso por tu aparente grandeza, por tu falsa originalidad y tu descarada honestidad.
Y crees que no lo sé! Y crees que te sonríe mi ignorancia.
Y la verdad es que sonrío porque te veo enredarte en tu propia historia, maquillando torpemente tus errores delatadores con una mano, mientras fijas tu mirada en mis ojos para no distraerlos.
Y finjo creer mientras tomo lo que necesito, sin darte nada, en realidad.
Y me pregunto si realmente crees que no lo sé, que no me he dado cuenta. El mundo es pequeño, tu inocencia, inmensa.
Lo que siento por eso es una enorme decepción, y dolor, por supuesto. Dolor de saber que no existías en realidad, de saber que lo que conocí era una invención aceptada por mi increíble capacidad de creer en imposibles, en situaciones perfectas y personas especiales. O de creer que tú lo eras y de que así lo quisiste. Mi ilusión y confianza se mantienen intactas, y uno siempre escoge a quien amar.
Pero no debemos ser ingratos, menos con nosotros mismos y no lo seré contigo tampoco.
Por ahora, permíteme ser parte de este juego.
Yo estoy bien.