viernes, 4 de noviembre de 2011

Pasado

Aunque en aquel momento sintiera un pie sobre mi cuello que luchaba por aire, y mis manos fueran clavadas al suelo en medio de gritos inhumanos en tono moderado; fue lo mejor.
Sí, el placer del NO era la panacea. No por el NO sino por su existencia atolondrada. Sí, por sus confusiones y saltos despiadados con las manos escondiendo el rostro, esta vez clavó en mí sus ojos cuajados y su sonrisa amarillenta y hundió su mano en mis entrañas extrayendo el último vestigio de estupidez.
Fue necesario y no fue doloroso, fue intenso, sin masoquismos incluidos. Aún en mi inexperiencia relativa, actué como siempre guiada por mi idealismo y fe en las personas. O el remanente respectivo aún sobreviviente en mi obstinada mente.
Las reacciones confundidas por palabras, hechos, miradas y recuerdos se detuvieron bajo carcajadas estrepitosas que al reír, lanzaban escupitajos hediondos.
El espejo había sido roto y la espalda cubierta.
Y la obstinación de un punto, de la última palabra que no fue dicha y que luego no fue correspondida, lo dibujaron rotunda e indeblemente sobre una hoja que voló con el tiempo hacia el pasado aleccionador.
El único pasado que mi corazón no atesora.