Entonces, reviso los años perpetuados en frases y rescato aquella niña, luego mujer que con la pluma refunfuñaba ciegamente como en una pataleta pueril y engreída.
En todo caso, pudieron ser exageraciones pero nunca negaciones ni contradicciones, simplemente fueron ellos o ellos y más, pero siempre ellos.
Las palabras están ahí y me miran curiosa como queriendo conocer qué he de hacer con ellas, con él. Me preguntan por qué y les respondo tapándoles la boca. Les respondo mientras distraigo mi corazón.
Las palabras nuevamente me dirán que tenían razón.