Aunque finjamos por momentos algunas sonrisas y escondamos la cotaneidad en nuestras conversaciones, por momentos se escapan como huyendo de la avalancha a la que sabe, nos lanzamos irresponsablemente. Tal vez, asustados por una soledad disfrazada de fantasma, nos acurrucamos en nuestros brazos que sabemos, siempre estarán abiertos mutuamente.
Y los corazones cerrados.
Pero sobre pasos andados y errores tal vez saldados, nos arremetimos con el afán de no perder ninguna oportunidad. A título propio, los ojos se me escapan junto con la esperanza, y una aparente madurez aprueba mis pasos mientras me mima como padre que sabe que esta enseñanza es necesaria.
Quizás sea necesario este trance para descubrir lo que ambos nos negamos por temor o sensatez
sábado, 12 de mayo de 2012
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