
Ya el placer sedentario de pensar y comenzar a actuar impulsivamente me fue arrebatado hace años sin que me diera cuenta y fui armando trenzas imaginarias cuya tensión irrisoria me hacían caer cada que de ellas me asía fuertemente.
Luego de los resultados que no encontré y los recuerdos que galopaban en mi cabeza, coqueteando el borde mis límites, me desesperé creyendo ver mi cuerpo cayendo en un abismo con la inexorable gravedad. Y por eso, interpuse las manos entre mi rostro y el piso que me esperaba. Caí de pie.
Pasó de la racionalidad a la involución, de un placer a un castigo, de un sueño a un reproche, no, no era lo mismo y siempre lo había pensado, entonces, ¿qué recordaba?
Ya no sabía, ni quién era yo, ni quién había sido, a quién decía yo recordar, en qué momento de mi vida le reconocía, sólo me recordaba recordándola y añorando, sólo me veía suspirando por alguien que nunca fui.