miércoles, 10 de noviembre de 2010

Exquisitez


Luego de un día agotador en el que mereces a tus padres y el tiempo no te mira con sorna, los ojos se cierran, la espalda te pesa y el corazón te sonríe. Las horas pasan ensimismadas hacia un objetivo contigo en el que el embeleso te exime de tus pecados.
Y la cama te recibe satisfecha. Las canciones te arrullan, el cuerpo suplica respiro y exiges un poco más, pidiéndole un paso adicional, sólo uno haci aquel punto que escogiste, escapando del círculo que por años alimentó una aversión dominical apenas sustentada por mis recuerdos y hasta sospechada irreal por momentos.
Esos son los momentos de exquisitez en los que das un paso más y eres un día mayor y muchos años mejor.
Me encantan los días como estos en los que mis ojos luchan con mis manos siempre traviesas, esperando que terminen de bailar con sus letras favoritas, formando oraciones sin sentido tan reales como sempiternas, tan mías que enajenarlas es imposible.
Sí, cada letra es un segundo, y un segundo una victoria.
Es hora de descansar en el sueño perfecto.